Todos los contribuyentes contribuirán a solventar el gasto público de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema justo, utilizando los principios de igualdad y progresividad, y que en ningún caso tendrá alcance "confiscatorio". Ningún impuesto puede permanecer al margen de los cambios sociales, económicos e incluso tecnológicos. En los momentos actuales, resulta imprescindible la adaptación del impuesto (ya sea en cuanto a los montos de las detracciones) al modelo vigente en nuestro entorno y, en especial a determinadas figuras consustanciales al mismo. El problema de considerar como sistema tributario a aquel que no carezca de un determinado vínculo lógico o libro conductor, se advierte que la idea de sistema tributario aparece fuertemente influida por criterios ideales, cuya confrontación con las realidades impositivas de cada país provoca, en general, actitudes de desencanto y escepticismo. Pocas veces los tributos, ofrecen entre sí esa conexión lógica, y apenas si es posible conciliar en la práctica los objetivos muchas veces discrepantes, que se persiguen con los diferentes impuestos. Los tributos deben ser productivos originando un rendimiento suficiente tanto en épocas normales como anormales. Desde el aspecto social, los gravámenes deben ocasionar un sacrificio mínimo al contribuyente y corresponderá que se los distribuya equitativamente entre los habitantes sobre la capacidad contributiva de cada uno. Dichos impuestos, son sin duda la principal fuente de ingreso de los países para satisfacer las necesidades múltiples y crecientes de la población, y dentro de estos el más "productivo" en nuestro país es el Impuesto al Valor Agregado.
