Viejos verdes ramas peladas: una mirada global a la protitución
La prostitución es un tema apasionante por dos razones. Por una parte, porque suscita las más variadas y contradictorias reacciones. La prostituta es vista en la actualidad tanto como el ejemplo más claro de mujer sometida y dominada como un símbolo de emancipación de los roles femeninos tradicionales. Por otro lado, porque se trata de una de las pocas áreas en las que ha habido un claro retroceso en materia de diagnóstico. No cabe duda de que los salubristas y novelistas europeos del siglo XIX conocían mejor las vicisitudes del comercio carnal que los activistas contemporáneos que insisten en sólo ver allí unas misteriosas mafias que trafican con mujeres. El activismo político alrededor de la prostitución ha sido tan eficaz que ha logrado desdibujar por completo su naturaleza. Hasta el punto de que, en la actualidad, parecería que en ese mercado se transan muchas cosas —dominación, explotación, derechos, condiciones laborales, sumisión— pero no sexo por dinero. Con este ensayo se busca rebatir varios de los mitos que se han instalado en el debate y lo han hecho dogmático, poco transparente e impermeable a la evidencia. Entre esos mitos sobresale aquel según el cual el meollo del problema es de índole exclusivamente laboral. Lo que sugieren los datos es que factores tan variados como los desequilibrios demográficos, las costumbres matrimoniales, las normas sociales o las estrategias de búsqueda de pareja cumplen un papel tanto o más importante que el mercado de trabajo. Otro mito que no soporta bien la evidencia es el que describe el mercado global del sexo como un asunto de viejos verdes europeos explotando jóvenes del tercer mundo. Lo que muestra la evidencia es que la acción tiene lugar en el Asia, y en especial en la China