En 2002 publicamos una recensión de un libro de Juan Francisco Baltar Rodríguez, editado por el Justicia de Aragón en 2001 y dedicado al Protonotario de Aragón. Hacíamos en la citada recensión grandes elogios de Baltar. Hace poco tuvimos conocimiento del error en que habíamos incurrido pues había plagios flagrantes en dicha obra. Rectifico aquí lo publicado en su momento y señalo el conjunto de plagios de Baltar hechos a una tesis doctoral inédita de José Solís, que todavía no se ha publicado, y cuyo contenido Baltar conocía por haber sido miembro suplente de la Comisión llamada a evaluar dicha memoria, sobre la que emitió un informe positivo. El asunto es mayormente grave cuando el plagio se hace de algo que es inédito, pero que goza de la protección y publicidad de haber sido defendido ante un tribunal y además con el abuso de confianza que conlleva que Juan Francisco Baltar, conociéndolo por su oficio, lo plagie. Este libro del año 2001 contiene, en el texto y en las notas a pie de página del capítulo 5 y del capítulo 6 de la parte dedicada al «Desarrollo histórico de la Protonotaría de Aragón», algunos párrafos copiados casi literalmente de la tesis doctoral inédita de José Solís, así como varias citas bibliográficas y referencias de documentos del Archivo Histórico Nacional tomadas y copiadas por Baltar –dándolas y haciéndolas pasar como aportaciones propias– de dicha tesis doctoral inédita de Solís, del año 1999 y titulada «La Administración española del archiduque Carlos. Consejos y Juntas en la Monarquía de Carlos de Austria de España». Semejante actividad de plagín y copista de la obra ajena –lo cual presuntamente era plagio en el año 2001 y que, en la actualidad, se encuentra ya prescrito como tal delito por haber transcurrido más de 5 años desde su ejecución– Juan Francisco Baltar trataba de encubrirla o disimularla torpemente, por medio de la nota 449 de la p. 183 de este libro, nota referida únicamente al capítulo 6 y que no dice nada sobre el capítulo 5. La citada nota 449 del libro de Juan Francisco Baltar constituye, en realidad, un reconocimiento o una confesión de parte, puesto que no consigue otro efecto que reconocer y proclamar el presunto plagio o la copia que ha realizado. No llega ni a citar el nombre del autor copiado, como no indica tampoco, en ninguna parte, el título ni la fecha de la tesis doctoral inédita copiada, que no se incluye, por cierto, en la abundante y no siempre utilizada bibliografía de este libro. La verdad es que el profesor Solís (según precisa advertencia que nos ha sido hecha por su parte) en ningún caso, ni en ningún momento, ha tenido la amabilidad de facilitar al profesor Baltar dicha información sobre el protonotario, en contra de lo que se afirma en la nota 449 del libro. Lo plagiado o copiado por Baltar no es información, sino simple copia literal o no literal de algunas cositas del texto de la tesis doctoral de José Solís (un hombre honrado cuyo honor ha sido profanado por Baltar y que fue maltratado por la escuela de Baltar con ocasión de varios concursos) y apropiación indebida de las fuentes tanto manuscritas o documentales como impresas o bibliográficas utilizadas por Solís. Forma parte Baltar de la Honorable Cofradía de plagines, copistas, plagiarios, copiones, plagiones, policopiones y pantaplagiones de la Escudería, la escuela de José Antonio Escudero López (no todos en esta escuela son enemigos de la propiedad intelectual; hay incluso varios investigadores sumamente solventes y reconocidos como tales, con premios), en la que tienen cabida los miembros de pleno de derecho de la misma: [1º) el citado plagín y copista Juan Francisco Baltar; 2º) la gran plagiona y policopiona de La Coruña María Emma Montanos Ferrín que ha copiado a Francesco Calasso, a Celestino Pardo, a Rodríguez Mourullo y a Alfonso Otero Varela, que fue el primero en denunciar las trapisondas que se traía Montanos, acercándose a viejetes y a otros que no lo son tanto, a los que sacaba ideas, párrafos, trabajos y textos inéditos, etc.; 3º) la plagiona Concepción Gómez Roán, que protagonizó el escandaloso plagio del proyecto docente de Ricardo Gómez Rivero descubierto por Alicia Fiestas Loza; 4º) el plagín Dionisio Perona Tomás, también fiel e infiel seguidor del proyecto docente de Gómez Rivero, ante la actitud completamente impasible, en un primer momento, de Escudero López y, sobre todo, de Feliciano Barrios, que, según Escudero, debía haber revisado los proyectos en vez de proporcionarles un ejemplar para que lo copiaran y 5º) la copista Consuelo Juanto, descubierta por Carlos Garriga con ocasión de unas habilitaciones de titulares], junto a otros, los antes mediopensionistas y ahora externos a la escudería: el plagión Ignacio Ruiz Rodríguez que copió a Luis Antonio Ribot García, deshonrando de forma apocalíptica a don Juan José de Austria y de Aragón, y lo copió en un libro erróneamente dirigido, falsamente coordinado y de resultados catastróficos, salido de la mano de José Antonio Escudero López, donde aparece un artículo horripilantemente malo de José Ramón Rodríguez Besné donde no sólo queda pésimamente el autor, sino que desnaturaliza y de qué forma al noveno conde Oropesa (un hombre como don Manuel Joaquín Álvarez de Toledo no se merecía lo que Besné ha contado sobre su vida: lo ha hundido para siempre, mientras no sea recuperado por alguien del abismo); y, el segundo externo, el pantaplagión que lo copió todo y no dejo nada en el tintero, que ni siquiera llegó a usar, pues lo sacó directamente de un diskette: Emilio Lecuona Prats, que plagió 143 páginas de un proyecto docente en 2001, siendo el autor material de uno de 5 páginas y media [una auténtica porquería, donde solo citaba dos libros frente a las centenares de referencias bibliográficas que había en el segundo proyecto, el que copió; para colmo en el suyo se declaraba partidario de la microhistoria jurídica, estudiar la historia de su pueblo, el aldeanismo jurídico, la historia de Lanzarote en la que él se considera especialista; la antítesis de lo que se predica actualmente por los grandes sabios europeos de Historia del Derecho] para conseguir un puntuación de 9,5 puntos, cuando por este segundo (el primero elaborado por él) había recibido un 1, y volvió a copiar el proyecto docente canario en 2007, con ocasión de sus oposiciones de habilitación, sin que se le descubriera en ninguno de esos dos momentos procesales, sino después. Gracias a este pantaplagión, que reconoció haber plagiado, aunque se llamaba a sí mismo plagista (el plagín es poco relevante y ni siquiera debe ser sancionado, copista y plagista son como las antiguas órdenes menores, es decir copistas de poco relieve; los copiones y los plagiarios son ya delincuentes, el policopión es como si fuera un obispo y la birreta cardenalicia del universo plagiario es la que ostentan los pantaplagiones: son los purpurados, el grado máximo), pero a Lecuona Prats se le ocurrió litigar diciendo que no se le podía llamar plagión, y sendos autos de 1 de junio de 2010 y de 29 de octubre de 2010, en los que no se superó la simple diligencia previa, basándose en diversas SSTC de 1985, 1986, 1988, 1989, 2002, etc., que interpretaban el art. 20.1. de la Constitución española de 1978 (las diferencias científicas no tienen nada que ver con las controversias penales), ahora nos permiten poder llamarle a él, a Lecuona Prats, plagión, plagista, plagiario, copista y copión, sin ofenderle, porque no es una ofensa sino una realidad, y además al haber intentado litigar también atribuyéndose la representación de la escuela de J. A. Escudero, y mencionando a María Emma Montanos, Consuelo Juanto, Concepción Gómez Roán y Dionisio Perona Tomás, ahora se les pueden aplicar a ellos y a ellas esos mismos calificativos y patentizar su falta de credibilidad científica. Pero, en honor a la verdad, solo a Montanos y a Gómez Roán, se las puede denominar plagionas y copionas, siendo Juanto y Perona simples plagines y copistas. El caso de Baltar es también el de un plagista y copista, no es ni policopión, ni plagión, digamos que es un hombre que descuida unas veces lo que escribe, que toma, que deja de tomar, etc., que cita a Ernesto Schäfer, en concreto su libro sobre el Consejo Real y Supremo de Indias, pero que al menos una quincena de veces en el trabajo de Baltar sobre las Juntas de Gobierno en la monarquía hispánica lo copia sin citarlo o le toma referencias de archivo, sin indicar que ha sido Schäfer quien ha descubierto dichas referencias en los archivos, y poniendo a veces comillas en un sitio, pero luego evitándolas en otro y dando como de redacción propia lo que era de Schäfer. Es bueno saber que en Alemania se ha retirado desde 2009 el título de doctor a varios plagistas y plagiones que copiaron o mal citaron con ocasión de sus tesis, algunos relacionados con la política y otros que no lo estaban, y eso se ha hecho en Universidades de relieve como las de Constanza, Heidelberg, Bayreuth, etc. Además Baltar reproduce amplísimos listados bibliográficos en sus libros, que toma de aquí y de allá y luego no cita para nada a esos autores en el cuerpo de la obra. Baltar, Montanos, Gómez Roán, Juanto y Perona se deben creer que, en un mundo lleno de herodianos y fariseos, esto de publicar es un arte que permite ciertas licitudes y atraviesa por diversas vicisitudes, y si uno se equivoca ya Voltaire lo dejó claro: «Pour la pluspart des hommes, se corriger consiste à changer les défauts».